El viernes mi madre nos invitó al teatro. Fuimos mi hermano Rafa, su novia (a la que a partir de este momento denominaré "la arpía") mi abuela, mi madre y yo. La que iba más ilusionada, con diferencia, era mi abuela. Pensaba yo que porque íbamos a ver una cosa más de su época. Fíjate que hasta se entretuvo en programar sus audífonos en modo "cine" (ella dice que le encantaría que tuvieran un modo para no escuchar sandeces, pero mientras lo inventan, lo apaga o lo enciende según le caiga la persona que tiene delante).
Yo ya había ido al Maestro Padilla unas cuantas veces, la última porque mi amiga Ana se presentó a "Diosa del Carnaval" con su disfraz "Patio andaluz" Llevaba varias macetas de sombrero. Estuvo bien porque se llevó unas perras por quedar tercera. Lo malo es que tuvo que salir luego en la cabalgata con las macetas de sombrero durante unas cuantas horas. El año que viene se pensará dos veces qué ponerse en la cabeza antes de subirse a ese escenario.
Como íbamos muchos mi madre compró las entradas baratas, lo que quiere decir que estábamos todo lo lejos del escenario que se puede estar en el Auditorio de Almería. A mí me vino bien por mi hipermetropía y por la miopía de la arpía.
Estoy contentísima de haber ido. Me sorprendió como algo escrito en el siglo XVII puede hacerte reír y sufrir de esa manera, me encantó que mi abuela estuviera tan emocionada, y que la arpía no se enterara ni del trueno.
Ahora os dejo que mañana tengo que entregar una práctica de Física.
Precisamente una prima tercera mía participó en el mismo concurso con un disfraz de 'Invernadero de El Ejido'. Quedó segunda. Pero creo que tampoco volverá a participar, no ya por la increìble calor que pasó, sino porque los dedos de las manos se le transformaron en pepinos.
ResponderEliminarTu blog es muy insincero. Me gusta
¡Muchas gracias Luis!
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