martes, 29 de marzo de 2011

El Alcalde de Zalamea.

     El viernes mi madre nos invitó al teatro. Fuimos mi hermano Rafa, su novia (a la que a partir de este momento denominaré "la arpía") mi abuela, mi madre y yo. La que iba más ilusionada, con diferencia, era mi abuela. Pensaba yo que porque íbamos a ver una cosa más de su época. Fíjate que hasta se entretuvo en programar sus audífonos en modo "cine" (ella dice que le encantaría que tuvieran un modo para no escuchar sandeces, pero mientras lo inventan, lo apaga o lo enciende según le caiga la persona que tiene delante).

     Yo ya había ido al Maestro Padilla unas cuantas veces, la última porque mi amiga Ana se presentó a "Diosa del Carnaval" con su disfraz "Patio andaluz" Llevaba varias macetas de sombrero. Estuvo bien porque se llevó unas perras por quedar tercera. Lo malo es que tuvo que salir luego en la cabalgata con las macetas de sombrero durante unas cuantas horas. El año que viene se pensará dos veces qué ponerse en la cabeza antes de subirse a ese escenario.

     Como íbamos muchos mi madre compró las entradas baratas, lo que quiere decir que estábamos todo lo lejos del escenario que se puede estar en el Auditorio de Almería. A mí me vino bien por mi hipermetropía y por la miopía de la arpía.

     Estoy contentísima de haber ido. Me sorprendió como algo escrito en el siglo XVII puede hacerte reír y sufrir de esa manera, me encantó que mi abuela estuviera tan emocionada, y que la arpía no se enterara ni del trueno.

     Ahora os dejo que mañana tengo que entregar una práctica de Física.

jueves, 24 de marzo de 2011

De cómo empezó todo.


     Tendría yo unos ocho años cuando vino un óptico al colegio. Todos recordaréis lo emocionante de ese día y también lo pendiente que estábamos todos de los resultados, el propio y el ajeno. A mí me mandaron de vuelta a casa con una carta para mis padres, carta que me llevó a Óptica Almería. Es un trajín divertido el de una óptica, más para una niña de 8 años, hay muchas máquinas raras, hay que leer cosas sobre distintos colores, todo el mundo es muy majo y te dan caramelos. 



     Por suerte hoy en día existen monturas para niños, a mí me gustaban mis primeras gafas, pero temía el momento de aparecer en el colegio con ellas. Una semana después de la visita del óptico, como siempre mi abuela nos llevó a mi hermano mayor y a mí al colegio. Pero esta vez me dio un cuaderno, un lápiz y las siguientes instrucciones:

     “Si cualquiera de tus compañeros hace el más mínimo comentario a cerca del hecho de que lleves gafas apuntas su nombre en este cuaderno. En el recreo buscas a tu hermano y se lo das”

     Esa mañana apunté tres nombres en mi cuaderno, el de Antonio García por decirme empollón, el de Margarita Berenguel por llamarme cuatro ojos, y el de mi amor, Carlos Cano, que no me dijo nada, pero tampoco me dijo lo guapa que estaba.


     Como era muy obediente cuando quería, en el recreo busqué a mi hermano Rafa, un gigante de 13 años, que con un par de amigos de su clase arrinconó a los tres desgraciados de mi lista negra para decirles a saber qué. Nunca nadie volvió a decir ni media palabra a cerca de mis gafas y Carlos Cano no volvió a mirarme a los ojos hasta que nos dimos la paz en la primera comunión.

     ¿Alguna anécdota a cerca de vuestro primer día?

lunes, 21 de marzo de 2011

Con lo poco que me gustan a mí las explicaciones...

    


     Después de meses dándole vueltas me he animado a escribir este blog, donde quiero contar como veo la vida a través del cristal de mis gafas. Mi ciudad, mi familia, mis amigos, mis proyectos... Todo con un toque de humor que espero disfrutéis como ya lo estoy haciendo yo.

     Me gustaría empezar con un poema de José Antonio Muñoz Rojas que leí una vez en un vagón de la línea 4 del metro de Madrid que me hizo reír bastante:

Señor que me has perdido las gafas,
¿por qué no me las encuentras?
Me paso la vida buscándomelas
y tú siempre perdiéndomelas,
¿me has traído al mundo para esto,
para pasarme la vida buscando unas gafas,
que siempre están perdiéndoseme?
Para que aparezca este tonto
que está siempre perdiendo sus gafas,
porque tú eres, Señor, el que me las pierdes
y me haces ir por la vida a trompicones,
y nos das los ojos y nos pierdes las gafas,
y así vamos por el mundo con unas gafas
que nos pierdes y unos ojos que nos das,
dando trompicones, buscando unas gafas
que nos pierdes y unos ojos que no nos sirven.
Y no vemos, Señor, no vemos,
no vemos Señor.

     En la imagen mi segunda casa: El CIDU y mi facultad. Mi primera casa es el Romera, pero de eso ya hablaré otro día.